La nueva era de los expertos

 

En una época no muy lejana, en Estados Unidos los médicos tenían un apodo: "dios en bata blanca".

Te puedes imaginar que se trataba de un apodo que reflejaba tanto la veneración que los médicos recibían por parte de la cultura popular como la deplorable actitud de muchos médicos de pretender recibir un trato de sumisión y respeto a su supuesta superioridad.

El futurólogo Alvin Toffler planteaba cómo, con la globalización del conocimiento, el público ya podía tener acceso a información detallada, claramente expresada, de cualquier diagnóstico, dolencia, enfermedad, tratamiento, etcétera, y que tal advenimiento de accesibilidad a la información sería el comienzo de los últimos días del "dios en bata blanca".

 

Algo similar podría ocurrir con cualquier clase de expertos. Hoy día es incuestionable la posibilidad concreta de informarnos, bien y claramente, sobre cualquier campo de conocimientos.

Los expertos prominentes se hacen populares también - y me refiero a los más influyentes en su propio campo - no sólo hacen investigaciones, también las difunden ellos mismos, y cuentan con tiempo suficiente como para dar clases, escribir libros, dar conferencias por todas partes y brindar entrevistas en los medios. No necesitan divulgadores intermediarios, ellos mismos asumen el compromiso de explicarnos de manera brillante sus conocimientos, y en un lenguaje claro y hasta entretenido. Y muchos de ellos son best seller.

Como es de esperarse, si te fijas en la cantidad de expertos que en estos momentos se acercan al gran público, notarás que es un fenómeno muy parecido al de los gurús en la Nueva Era.

 

Los expertos más destacados no necesitan vestirse raro ni tener personalidades deslumbrantes; no necesitan ser apuestos ni tener una forma peculiar de hablar. Con la buena idea de aparecer en escena de manera accesible, dispuestos a explicar con claridad todo lo que se les pregunta, han logrado un giro positivo, de ejemplo modelador para sus pares.

El prestigio y la popularidad ganada por estos brillantes representantes del conocimiento ¿podría hacer más difícil evitar la tendencia a la veneración al experto de otras épocas?

Por otra parte, hay que considerar la actitud de los expertos. Un experto a la vieja usanza sería más parecido al dios en bata blanca. El nuevo experto sería lo opuesto. Por ejemplo, ¿Es factible enterarte de lo que piensa el experto Fulano de un error cometido por otro experto? ¿O no hace comentarios sobre el trabajo de sus colegas? ¿El experto tolera que se le pregunte cuáles son los fundamentos de un procedimiento que propone o considera que es una intromisión irrespetuosa?

 

La actual apertura del experto hacia el público, y el hablar de manera que todos puedan comprenderle, es una importante evolución de actitud.

Casi cualquier decisión importante, personal o social, requiere el criterio de los expertos. La cuestión es si como público nos estamos haciendo más responsables de los propios pensamientos o resignamos esta responsabilidad automáticamente cada vez que tratamos con un experto.

El sentido común apela al conocimiento y la experiencia del experto pero, ante la menor duda, también nos llevará a contrastarle con otros expertos. La certeza la establecemos gracias a la comparación y la mejor comprensión de los criterios que el experto aplica.

El público maduro no puede ser sumiso ni necesita ser impertinente; entiende que aún cuando necesita del trabajo de los expertos es cada vez más importante participar inquisitivamente para orientar los propios pensamientos y tomar decisiones con responsabilidad. La actitud del escepticismo hacia todo lo sobrenatural resulta en buena medida un modelo también útil para aplicar con los mismos expertos.

 

Patricio Vargas

pvargasgil [at] mentat.com.ar

http://www.mentat.com.ar


 

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Última modificación de la página:23/03/2012

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