Un licenciado en psicología o un kinesiólogo pueden iniciar una nueva disciplina relacionada con la mente y enmarcar su trabajo en una fundamentación propia. Incluso, aunque suene descabellado, un técnico en reparación de radios también puede hacerlo, como ha sido el caso de José Silva, creador del famoso método de control mental. Esto es independiente de la real efectividad que tenga tal práctica o disciplina.

La fundamentación de una disciplina no siempre cumple con los requisitos para ser un modelo teórico científico. Sin embargo, aún puede ser una buena fundamentación; puede basarse en la propia experiencia y conocimientos adquiridos; y es posible que tal disciplina cuente con buenos resultados prácticos demostrables y sea coherente con los conocimientos generales sobre el cerebro y la forma en la cual adquirimos conocimientos. No obstante, tratarle como a una ciencia o teoría científica no sería correcto ni necesario.

En todo esto hay errores contrastados: los que llaman ciencia a lo que en definitiva no lo es y los que niegan valor a lo que no tiene verdadera ciencia detrás. Veámoslo.

La mnemotecnia y la meditación, son casos que ejemplifican a disciplinas mentales que no son científicas aunque tienen excelentes resultados comprobables.

Tiene mucho sentido pensar que el diseño de guantes sin haber visto manos, ni saber cómo se mueven los dedos, es un trabajo absurdo. Sin embargo, es un hecho que cualquier persona entrenada con mnemotecnia puede memorizar hasta un 500% más que un científico experto en el funcionamiento de la memoria humana que no esté entrenado en mnemotecnia.

Constatamos que no siempre lo que es más efectivo para un fin concreto es una creación científicamente controlada en todo su desarrollo. Es por la existencia de estos casos que no es correcto suponer que únicamente lo que tiene un desarrollo científicamente controlado es confiable y efectivo.

En la misma línea, tampoco es correcto suponer que sólo una fundamentación no-científica desarrollada por un profesor universitario es confiable en tanto que no es confiable cualquier fundamentación no-científica desarrollada por una persona que carece de educación formal académica. De hecho, la mnemotecnia, la meditación y la lógica de Aristóteles, indudablemente efectivos, fueron creaciones de personas que vivieron en épocas en las que no existían las universidades; compáreseles con las innumerables disciplinas que contradicen los estándares del conocimiento científico y que son practicadas y promovidas muy frecuentemente por personas muy cultas y con formación universitaria.

Mal que nos pese, toda la cultura humana, absolutamente toda (la buena, la mala y la fea), se ha desarrollado "sin una ciencia detrás", al modo que la conocemos en la actualidad. No sólo hemos desarrollado supersticiones, también hemos creado cosas buenas y maravillosas.

Era muy poco lo que realmente se sabía del cerebro durante toda la historia humana, y sin embargo nos hemos educado lo suficiente como para llegar hasta aquí. Sin saber cómo es que aprende realmente el cerebro hemos aprendido bastante. La educación y la enseñanza han hecho buenas cosas hasta ahora, incluyendo a la formación de los científicos. Las universidades, aunque todavía no enseñen basándose estrictamente en el funcionamiento del cerebro, producen neurocientíficos.

Todo esto es evidente, y sirve para demostrar que existe abundante vida inteligente fuera de las ciencias.

No es que estemos en desacuerdo con la idea de que a la civilización le conviene conocer cómo funciona realmente la naturaleza y el mundo para hacer ajustes de todo tipo y obtener provecho del conocimiento. La asimilación gradual del nuevo conocimiento es inevitable, y también es muy deseable.

Sin embargo, creemos que el pensamiento crítico, como el escepticismo, a veces rinde más en donde parece menos necesario; en especial, con las ideas que nos simpatizan.

Patricio Vargas

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