Técnicas de estudio, concentración, memoria, comprensión, y desarrollo de habilidades mentales

  Motivación: once estímulos para el trabajo (Parte 2)  

 

La motivación en el trabajo incluye tantos matices como personas en una empresa, pero cabe destacar algunos incentivos que pueden ayudarle en algún momento determinado.

7. El error
“Comete siempre nuevos errores” era el mensaje que la innovadora Esther Dyson se dirigía a sí misma en la pantalla de su ordenador. Por si ha pasado inadvertido, reclamo la atención para una de esas cuatro palabras, “nuevos”. Similar filosofía subyace en la empresa que amenazaba a sus empleados con el despido si al cabo de un año no se habían equivocado en nada. ¡Genial! Claro, esta postura requiere todo un arte para corregir. Una pista: evitar el “pero” en frases como “has hecho un gran trabajo, pero…”. Un truco: cambiar el “pero” (negativo que resta) por el “y” (positivo que suma).

8. La seguridad
Sólo quien ocupa un puesto razonablemente estable -por ejemplo, con un contrato indefinido- se encuentra liberado de unas preocupaciones que restan energías decisivas para aportar en el trabajo. En justa contrapartida, a quien dispone de esa seguridad se le debe exigir cierta implicación con su empresa. “Entre los que echan y los que se van, me arruino en cenas de despedida”. Así me expresaba su pesar una joven profesional que semanas después perdió su empleo y 72 horas más tarde encontró uno nuevo (por cierto, con un gran componente motivador personal). Puntualiza Baruch Lev (Intangibles: medición, gestión e información): “Las empresas que son capaces de mantener una plantilla estable y se aseguran (o se apropian de) una porción significativa del valor creado por sus trabajadores poseen valiosos intangibles relacionados con su capital humano. La enorme pérdida ocasionada por la rotación de los trabajadores queda de manifiesto si se considera que el 71% de las empresas de la lista Inc. 500 (un grupo de empresas jóvenes en rápido crecimiento) fueron constituidas por personas que replicaron o modificaron innovaciones desarrolladas en el seno de las empresas para las que anteriormente trabajaron. Esto da una idea de la magnitud de la pérdida sufrida por las empresas que no consiguen retener a sus trabajadores clave y asegurarse el control sobre la riqueza generada por ellos”.

9. El ejemplo
Todos conocemos, quizá en el mismo trabajo, a algún hombre o alguna mujer que nos parecen excepcionales y quisiéramos ser como ellos. He aquí un motivador de primer orden. No sólo los directivos deben recibir consejos de su entrenador (coach es el término inglés de moda) para su quehacer. A otro nivel, cualquier trabajador puede encontrar su asesor laboral. Esta búsqueda resulta más fácil cuando el equipo está bien avenido y hay confianza suficiente. Sin propiciar situaciones raras, se puede congeniar con un compañero que nos preste esa ayuda solidaria.

10. La autosatisfacción
Quizá este estímulo es el más variable porque todo depende sólo de uno mismo y conecta con las aportaciones descritas por Daniel Goleman (Inteligencia emocional). Cinco puntos básicos de su obra se centran, sucesivamente, en otras tantas capacidades: conocer las propias emociones, dominarlas, automotivarse, ponerse en el lugar del otro (empatía) y actuar de acuerdo con las emociones ajenas.

11. El pasado, el presente y el futuro
El pasado constituye un inmejorable banco de experiencias contrastadas. Como el presente encierra lo único a nuestro alcance, conviene rehusar el esfuerzo por cambiar lo que escapa a nuestro control y centrarnos en lo que sí está en nuestra mano. “El estrés lo creamos nosotros cuando intentamos demostrar que tenemos un talento del que carecemos”, según declaraciones del cardiólogo Valentín Fuster. En cuanto al futuro, lo idóneo es disponer de expectativas razonables: carecer de ellas evita decepciones, sí, pero también mitiga la fuerza motivadora. Adecuadamente contemplados, el pasado, el presente y el futuro pueden convertirse en aliados de la motivación en el trabajo. Al realismo quejica de “con estos bueyes hay que arar” podemos inyectar el ingenio creativo de “ata tu arado a una estrella y síguela”.

Enrique Sueiro
Profesor asociado de Comunicación de la Universidad de Navarra

 

 

 

 

 

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