Confirman la región cerebral relacionada con el sentido de la justicia   

 

 

Un experimento muy interesante pone de manifiesto que una región de nuestro cerebro controla el sentimiento de justicia.

Todas las sociedades dependen de los individuos para determinar lo que es justo y lo que no lo es. Si vemos una acción injusta realizada por otra persona tendemos a censurarla o incluso a castigarla con el sistema penal. En todo caso este sentido de la justicia proporciona una suerte de nexo entre todas las personas que componen una sociedad.

Pero todos tenemos tendencias egoístas, y hay situaciones en las que podemos sacar ventaja si rompemos las reglas. ¿Qué es lo que nos impide sucumbir a nuestros deseos y engañar a los demás? Obviamente, el castigo que los demás nos puedan imponer.

Ahora un equipo de economistas y neurólogos han identificado la región del cerebro que juega el papel principal en todo este asunto. Este trabajo de investigación, publicado en Science recientemente (Knoch D., Pascual-Leone A., Meyer K., Treyer V.y Treyer V. Science, doi:10.1126/science.1129156, 2006), arroja luz sobre cómo los humanos cooperamos entre nosotros, pero además tiene implicaciones en nuestro entendimiento de la economía y de los desórdenes mentales.

Los resultados están basados en un precioso experimento de economía que ya se realizó en el pasado y que se denomina “juego del ultimátum”.

En el juego del ultimátum participan dos personas y se juega con dinero real. Al llamado proponente se le da una cierta cantidad de dinero que tiene que dividir en dos partes no necesariamente iguales y quedarse con la que se le antoje. El respondedor tiene entonces dos opciones: quedarse con la parte que ha dejado para él el proponente o decidir que ninguno de los se queda con nada. Los dos conocen las reglas del juego previamente y el respondedor conoce el reparto realizado por el proponente. Además, el juego es a solamente a una mano. Aunque se puede repetir, no será con los mismos jugadores.

Según la teoría de juegos, que se utiliza en economía desde Nash, el segundo jugador debe de aceptar cualquier oferta pues el dinero que gane será siempre gratis y sobre cero. Sin embargo, lo que el experimento dice es que cuando la parte que se le deja al respondedor es considerada pequeña por éste, entonces rechaza la oferta y nadie gana.

En el pasado se realizó este experimento en varios países con diversos resultados. En algunos casos si cantidad dejada al respondedor era un porcentaje pequeño nadie ganaba, aunque a veces esa parte era el salario mensual medio del país. Pero había diferencias culturales. Por ejemplo, en países donde hay gran tradición por el regalo no se aceptaban porcentajes por debajo del 60%, en occidente no se aceptaba algo no igualitario que bajase del 40%, y ciertos granjeros de la Sudamérica tropical aceptaban casi cualquier oferta por pequeña que fuera.
En este caso aquí tratado se daba al proponente 20 francos suizos a dividir en dos partes. Éste tenía que mantener un equilibrio entre la tendencia a ganar el máximo dinero y el ser castigado sin ganar nada. Si por ejemplo dejaba sólo 5 de esos francos para el respondedor, éste lo rechazaba por considerarlo insultantemente injusto y en consecuencia decidía castigar al proponente aunque perdiera esos 5 francos. El respondedor estaba dispuesto a castigar al proponente aunque le costase dinero, es decir, en contra de su propio interés.

Teniendo en cuenta sólo al individuo, el sentido de la justicia es difícil de entender en términos evolutivos porque no es obvio ver las ventajas reproductivas de castigar al que es injusto. Incluso ese acto de castigo puede poner en peligro al justiciero, con lo que la pervivencia de sus genes no estaría clara. Desde este punto de vista sería más lógico pensar que la tendencia a mirar en nuestro propio interés tendría más éxito reproductivo y los genes “egoistas” (no en el sentido de Richard Dawkins) tenderían a seleccionarse.
Se sabía, gracias imágenes de resonancia magnética nuclear funcional, que la región derecha del córtex prefrontal dorsolateral (o CPFDL) estaba implicada en el proceso que controla este tipo de juego.

Estos investigadores de la Universidad de Zurich utilizaron los pulsos magnéticos de una técnica conocida como estimulación magnética transcraneal (consistente es unas bobinas aplicadas sobre la cabeza) para detener la actividad del CPFDL temporalmente.

Cuando los individuos así condicionados jugaban al juego del ultimátum como respondedores eran más proclives a tomar el dinero, aunque éste representase un porcentaje pequeño. Si el porcentaje era realmente muy pequeño entonces también lo rechazaban.

Los investigadores concluyen que esta parte del córtex cerebral está relacionada con el sistema del cerebro que determina el sentido de la justicia y que ayuda a suavizar los deseos racionales de tomar cualquier cosa que sea ofrecida.

El resultado además apoya la teoría de que las emociones, que incluye el sentido de la justicia, juegan un papel importante en la toma de decisiones económicas. Aunque esto sea un poco de sentido común, en los economistas todavía prevalece la idea de que las decisiones son racionales y que creemos que un franco es un franco y que hay que tomarlo en cualquier circunstancia.
El interés propio es importante en el ser humano, pero también lo es el sentido de justicia. Esta región del cerebro relacionada con el manejo de la “ética” está expandida sólo en los humanos y podría explicar por qué los animales no tienen esta clase de comportamientos. Es una parte que madura tarde en los adultos, alrededor de los 20 o 22 años, quizás por eso los adolescentes son menos proclives a seguir las reglas de los adultos. El sistema penal ya tiene en cuenta este hecho cuando la aplicación de la ley es diferente por debajo de los 16 o 18 años de edad.

Algunos expertos dicen que este hallazgo puede además ayudar a entender cierto tipo de desórdenes mentales. Las personas con autismo o esquizofrenia juegan a este juego de manera diferente, quizás porque luchan para entender las emociones que su oponente pueda sentir.
Todavía queda por saber cuáles son los mecanismos neurológicos subyacentes a este fenómeno, así como explicar las diferencias culturales.

Parece que dependiendo de la cultura el sistema que controla el sentimiento de justicia es cargado con las reglas locales, y una vez hecho esto nos comportamos para defender unos derechos que pertenecen al grupo social. Somos seres sociales y aceptar 1 franco de los 20 puede mandar el mensaje erróneo de que está bien engañar a los demás. Un individuo que se aprovecha de la sociedad en la que vive, pone a ésta en peligro, y por extensión a las personas que la forman. El sentimiento de justicia sería por tanto un producto social que protegería a largo plazo a la sociedad en su conjunto, aunque se tenga que sacrificar a corto plazo el beneficio de uno de los individuos que la forman. El sujeto excesivamente egoísta o que permite el egoísmo, al ser castigado por la sociedad, tendría por tanto menos éxito reproductivo. La selección natural vendría dada por el ambiente creado por el grupo social. Quizás la genética de poblaciones lo pueda explicar.

La generalización de una ética laxa, relajada o excesivamente tolerante para los demás condicionaría para mal a la sociedad en su conjunto. Bajo esta hipótesis las sociedades más justas con un sistema más meritocrático deberían de ser las más avanzadas. Sería interesante correlacionar el sentimiento de justicia medido de esta manera con el éxito social o económico de los países.

¿Qué porcentaje ofrecería usted como proponente en el juego del ultimátum?

Referencia: Resumen en Science.
http://neofronteras.com/?p=702

 

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